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     Al poniente de la capital de Limarí se encuentra Cerrillos de Tamaya, un pueblo que nació en el siglo XIX al alero del yacimiento de cobre que lleva el mismo nombre y cuya explotación fue impulsada por el industrial y político chileno José Tomás de Urmeneta. Por la localidad pasaba un ferrocarril para embarcar el mineral a través de la bahía de Tongoy.

 

     Cerrillos de Tamaya cuenta con poco más 2000 habitantes y posee un cementerio que se destaca por albergar sobre sus tumbas maquetas de distintos templos. Esta tradición fue iniciada en 1938 por el panteonero Juan Lazo Tapia, quien realizó réplicas de iglesias locales, como de la Basílica de Andacollo. Tras su muerte, en 1981, su hijo Luis Lazo siguió con este particular trabajo y luego se extendió a otros hombres de la localidad.

     Luis Ortiz Alfaro es uno de los continuadores de esta tradición. Este hombre de 56 años, y que estudió gasfitería y electricidad, comenzó en el oficio en 1993. 

 

     El trabajo que realiza es totalmente artesanal, ya que nos dispone de taladros ni generadores de corrientes. Luis Ortiz también cuenta que con el tiempo se ha ido especializando, puesto que en sus primeros años demoraba cuatro días en realizar cada réplica, mientras que actualmente tarda entre un día y medio a dos días.

     Con respecto a los materiales, las réplicas están revestidas de cerámicas o con piedra de mármol, que les permiten una mayor resistencia. También detalla que la edificación de réplicas no le ha traído mayores inconvenientes, ya que las tumbas son perpetuas, a diferencia de otros camposantos donde los nichos sólo perduran por 20 años.

 

     Entre sus trabajos se encuentran las réplicas de las iglesias de Cerrillos de Tamaya, Andacollo, Sotaquí, Toconao, de La Tirana y del Santuario de Santa Teresa de Los Andes.

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